Hasta que huela a ajo

He rescatado este blog de recuerdos que dejé colgado hace tiempo. Hace un par de años que luchamos contra una pandemia. Quién lo hubiera imaginado…. Al abrir el blog, el primer recuerdo ha sido para mi padre, así que hoy va por él.

Mi padre. Trabajador, “ingeniero”, corazón y mal genio… Guapo, gracioso y con don de gentes. Qué pena que se nos fuera tan pronto… Cómo habría disfrutado viendo a su familia crecer, y a sus hijos prosperar. Cada día le echo más de menos.

Trabajó tanto que aprendió a hacer de todo. Ni recuerdo los pisos que reformó con sus amigos, porque una hija se casaba… Pluriempleo, reformas, chalet, huerto, trabajo y más trabajo… Pero los buenos ratos, los almuerzos, las comidas a base de guisos caseros de todos los lados del mapa, nunca faltaban. Esas ayudas mutuas, esos intercambios culturales y gastronómicos entre familias amigas, enriquecieron en buena parte nuestro recetario familiar y, claro, nuestras vidas.

C siempre le recuerda un día que le estaba ayudando a apretar unos tornillos. Mi padre decía, “C, tú aprieta, aprieta…” Y C decía “¿hasta cuándo?”, a lo que él contestó “tú aprieta hasta que huela a ajo”.

De niño dicen que era un trasto. Recuerdo algunas cosas que contaban sus hermanos, como que era travieso y de vez en cuando le zurraban. Sé que mi padre empezó muy pronto a buscarse la vida para llevar dinero a casa, y también que fue a la escuela de artes y oficios. Luego fue voluntario en la marina y conoció a mi madre en Cádiz, que trabajaba en una casa del centro. Tengo que pedirle a mi madre que me cuente más detalles. Ella ya tenía planeado con su hermana ir a trabajar a Barcelona, y a mi padre no le tocó otra que seguirla.

Así fue como mis padres se plantaron en una nueva ciudad, con una mano delante y otra detrás, buscando un futuro. Mi padre empezó su trabajo en la fábrica textil de los Godó en Gran Vía, y dormía en una pensión. Mi madre se instaló como interna para cuidar los niños de una familia del barrio de Collblanc, com mi tía, que también trabajaba en la misma casa.

En la fábrica conoció a A, un buen hombre de Almería, que le abrió las puertas de su casa en la Florida, y fue su primera “familia” en Barcelona. Tenía mujer, M, y tres hijos, uno de los cuales por desgracia murió joven. Como dice su hija M, somos familia, de aquella que se elige.

Mi madre y mi tía dejaron pronto de trabajar fuera de casa, pues los respectivos consiguieron trabajos estables. En fin, el modelo de familia, en aquella época, ya sabemos cuál era… Mis padres se casaron en el año 1965. Creo que compartieron piso un año con otra pareja, y al año siguiente llegué yo. Alquilaron un piso  en la calle Ermita de Bellvitge, donde vivimos durante mis primeros tres años de vida, hasta que pudieron comprar su piso propio en el mismo barrio.

La relación con la familia A – M fue entrañable durante muchos años. De hecho, sus dos hijos son padrinos de mi hermano A. Y todo esto me viene a la cabeza porque el fin de semana pasado, después de muchos años sin vernos, comimos juntos, recordamos viejos tiempos, honramos a los que ya no están, y nos dimos cuenta de que todo era igual, a pesar del tiempo que llevábamos sin vernos.

Autora: annacarrera.com

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