Capítulo 2. Elena

2007

Ahora sí que se nos fue el verano. El tiempo empieza a cambiar y ya me duelen todos los huesos. Parece que va a hacer buen día, así que cuando acabe mi café, me arreglo, voy a quitar hojas secas y a recortar los frutales. Así me da un poquito el sol. Sólo les podaré las puntas, para ver si hacen más flores la próxima primavera. El naranjo ni tocarlo, que va cargadito. Si estuviera aquí mi niña, con lo que le gusta su zumo con las primeras naranjas… Qué orgullo de nieta, tan buena persona, tan cariñosa y tan buena artista.

Seguro que me llama hoy, que ya es viernes. Aunque dijo que Fabio iba a pasar unos días con ella, así que igual me llama tarde… Me alegra que sigan siendo tan amigos, después de tantos años. Siempre han sido como hermanos, y se apoyan tanto… a pesar de la distancia.

Ay… Mi Manuel. No hay día que no piense en tí. Un día como hoy nos casamos. A esta hora, mis amigas ya barrían la calle y la escalinata de la iglesia para que estuviera impecable, y mi tía acababa de colocar las flores. Y yo, con la peluquera, con el vestido, con mis padres, y con los nervios. Qué día más bonito nos hizo, ¿verdad?  Y tú… ¡Qué guapo estabas! Todos los vecinos salían a saludarnos y nos deseaban una vida feliz.

Mi alma gemela, qué pronto te me fuiste. Todavía releo tus cartas y tus poemas. Un maestro de escuela, de pueblo, tan querido por todos… ¿Qué daño podías hacer? Nuestras familias resistieron a la guerra, lograron recomponerse al recuerdo de cosas tan terribles, y cuando podíamos ser felices, con nuestra niña en camino, todo se desvaneció de repente. Maldita guerra y maldito odio.

_¡Elenita! ¡Buenos días! ¿Ya tomaste el café?

_ Hola, hermano. ¡Buenos días! Sí, ya desayuné. ¿Cómo has pasado la noche con tu dolor de espalda?

_Pues mucho mejor, la verdad. Parece que este lumbago se va olvidando de mí por ahora.

_ Me alegro, Ángel. No olvides tomarte las pastillas, ¿vale?

_Sí, tranquila ¡Oye! ¿Te acuerdas de que hoy vamos a comer migas con los amigos de la antigua cofradía? Te paso a buscar a las doce, y así les echamos una mano.

­­_¡Anda! Pues ya no me acordaba… Iba a podar los frutales, pero lo dejo para otro día. Vamos paseando y así nos da un poco el sol. La comida es aquí, en Agua Amarga, ¿no?

_Sí, claro…. Por cierto, ¿has hablado con Judit?

_Esta semana aún no. Luego en la comida podemos llamarla. Seguro que le gustará saludar a este puñado de carcamales…

_Estupendo. Tengo ganas de verla. ¿No vendrá antes del verano?

_No creo, tiene mucho trabajo con el último curso. Está Fabio con ella esta semana.

_ ¡Ah! ¡Qué bien! Bueno, a las doce nos vemos.

Ea, pues la poda para otro día, pero al menos voy a regar las aromáticas, que están muy secas. Siempre que las veo me acuerdo de mi hija, mi Laura. Casi me la matan también. Aunque en realidad es como si estuviera en otra vida, porque tuvo que huir lejos y nunca más he sabido de ella. Ese maldito cacique, que se creía el amo de la comarca y de nuestro destino, nos arruinó la vida a todos. Sí, pagaron por lo que hicieron, pero el daño fue irreparable. Ay, mi niña Laura… ¿Qué será de ella? La vida nos da golpes tan fuertes que no creemos poder recuperarnos, pero el amor por los que quedan es lo único que puede obrar el milagro de levantarnos, curar nuestras heridas y seguir adelante.

Ay, virgencita… Yo sé que tú me la cuidas.

Autora: annacarrera.com

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