Una vida corriente

Durante unos años de mi juventud pasé noches escribiendo, supongo que como la mayoría de adolescentes. Intentaba aclarar mis ideas, mis sentimientos, y también dar forma a alguna historia de ficción… Además, estudiaba filología, así que pasaba muchas horas leyendo y estudiando a los renombrados eruditos de nuestra lengua y literatura.

De aquellas noches, recuerdo el olor a café, el color de la luz de tarde, el sonido de mi máquina de escribir, y la voz de mi madre diciendo… “Ani… acuéstate ya, que es muy tarde”. Qué ardua tarea la de escribir en aquellos tiempos. ¡No teníamos ordenador! No imagino las veces que debí de repetir una página por haber cometido un error, o simplemente por querer contar algo de otra manera. Bendita tecnología, que llegaría más tarde a mi vida para quedarse. ¿Dónde deben de estar aquellas historias? Soy capaz de haberlas tirado en uno de mis traslados.

Creo que el motivo principal que hoy me mueve a intentar escribir es muy distinto. Sospecho que, como una va cumpliendo años, se da cuenta de que hay menos vida por delante, y mucha vida ya vivida, así que los recuerdos fluyen a menudo. Pero en realidad, creo que lo que más me gustaría es contarle historias a mi hijo G, que es una de las cosas que más le gustan desde que era muy pequeño. Y yo se las cuento, pero las olvida… Así que… ¿Por qué no escribirlas? De esta forma podrá leerlas cuando quiera, incluso cuando yo no esté.

No es que haya hazañas que destacar, ni mucho menos. Una vida corriente. ¿Y cómo podría contarlas? ¿En orden cronológico? No, creo que no. Simplemente iré relatando recuerdos según lleguen, y si hay lector, ya sabrá ordenarlos… Y esos recuerdos tendrán algo en común: los olores, los colores, los sabores…

Autora: annacarrera.com

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